Rompiendo estereotipos a punta de goles

Rompiendo estereotipos a punta de goles

¿Qué pasaría si la pasión de su vida se encontrase escondida detrás de prejuicios machistas? ¿Y si su sueño fuese correr detrás de un balón todo el día mientras la sociedad le reprime por fantasear con juegos para “varoncitos”?

Imagínese que su propio círculo cercano le censure aquella fuente de felicidad. Ahora piense que para muchas mujeres esa fuente tabú de alegría se llama fútbol.

En Cuenca, el espacio para las mujeres en el rey de los deportes recién se está abriendo; pero existen personas que todavía ven con malos ojos que el género femenino empiece a dominar el balón.

En la ciudad no es extraño escuchar frases como “el futbol de mujeres es aburrido” o “ellas ni siquiera saben jugar bien”. Todavía existe un pensamiento machista por parte de algunos, que creen que el fútbol tendría que ser una especie de club de caballeros al que las mujeres no deberían tener acceso.

Contra esta ideología retrógrada han venido peleando ya desde hace años las personas que apoyan la participación femenina en el fútbol. Con equipos como Carneras y la rama femenina del Deportivo Cuenca, las mujeres se han calzado los zapatos de pupos, dispuestas a ganarse un espacio en las canchas de la ciudad.

Y poco a poco lo van logrando; se ven más mujeres reuniéndose entre amigas para jugar por las noches, hay más mujeres entrenando para campeonatos, cada vez más chicas se interesan por el fútbol en los colegios.

Los intercolegiales femeninos han empezado a ganar relevancia en el contexto cuencano, y los colegios intentan desarrollar esta rama del fútbol cada vez con más ímpetu. Colegios como el Garaicoa, el CEDFI y ahora también la Asunción. Quizá un poco tarde, pero en la Asunción las mujeres por fin pueden buscar goles de la misma manera en que lo hacen los hombres.

Hasta hace unos meses, su juego se hacía en voz baja y de  manera cohibida, pero hoy las futbolistas del colegio Asunción empiezan a regatear frente a los ojos de sus compañeros, tiran pases para que la barra los aplauda y defienden los colores de su institución con el mismo orgullo con el que lo hacen los hombres.

Antes, para ellas tocar un balón era visto casi como un privilegio o incluso como una contravención a lo socialmente impuesto. Ahora, cada pelota dividida, cada oportunidad de tocar el balón, es vista como el momento para brillar, para entrar en contacto con esa pasión anteriormente reprimida y que recién ahora empieza a aflorar. Para las chicas de la Asunción, cada gol es un grito de una lucha que recién empieza.

En los entrenamientos se da todo

Son las dos y media de la tarde y el sol vespertino se ha instalado sobre Cuenca. Es un viernes caluroso y no hay amenazas de lluvia cercana, un día perfecto para jugar fútbol. Sobre la cancha, docenas de pies corren detrás de un balón blanco con naranja que parece evitar a toda costa los arcos de ambos equipos.

Son muchas piernas conglomeradas apenas en unos pocos metros cuadrados de la cancha, son demasiadas personas intentando obtener la posesión de la pelota. Patadas, regates, algunas faltas y al fondo alguien que parece alejada de toda  la acción. Pasa tanto sobre el terreno que uno ya no sabe para dónde mirar.

El césped artificial ha empezado a agarrar el calor proveniente del sol, sofocando los pies de cualquiera que se pare sobre el gramado, pero eso no ha disminuido el ímpetu con el que los dos equipos buscan el gol. De pronto, tras una serie de infinitos rebotes, la pelota se filtra por la marea de gente y llega a unos pies desprevenidos que se habían alejado del tumulto. Ahora solo quedan el balón y la goleadora contra el arco; un par de pasos para acercarse a su objetivo, un disparo realizado con la punta del pie, una arquera que se queda petrificada. Gol.

Después, celebran todas. Compañeras y rivales empiezan a compartir las risas de las últimas jugadas, y la alegría se hace evidente en los rostros ya colorados por el esfuerzo. ¿Qué importa el resultado si al final todas son un mismo equipo? No es la final de un campeonato, ni un partido amistoso, es un entrenamiento más; pero para las chicas de la Asunción, cada vez que pueden jugar fútbol es una nueva oportunidad para sonreír y hacerle frente al machismo.

Desde la banda, un hombre observa todo el juego en silencio. En su mente podría estar diagramando un 4-4-2 o un 4-2-3-1 para el campeonato que ya se avecina. Diego Soliz, el entrenador del equipo femenino de la Asunción, es jovial y tiene una buena relación con sus entrenadas. Tomó las riendas del equipo desde que la idea de una selección de mujeres empezó a formarse en el colegio.

“Gracias a la innovación de la señora rectora y de la coordinadora de deportes, ya estamos entrenando desde hace tres meses. Hemos tenido una buena acogida, aproximadamente unas 60 chicas desde la categoría sub 12 hasta la superior, que es la categoría de los últimos años de bachillerato”, comenta Soliz.

Está feliz por el trabajo y el progreso que ve en sus jugadoras día a día, y cree que el proyecto futbolístico de la Asunción seguirá creciendo. A pesar de lo que ciertas personas puedan decir, Soliz considera que el fútbol femenino en la Asunción empieza a cimentarse y a ser visto con buenos ojos. “Lo que nosotros queremos es que más niñas sigan el sueño de jugar al fútbol, que no solamente dependa de los hombres el dar una alegría a su colegio” dice.

Mientras habla, no pierde la vista del entrenamiento de la categoría sub 14. En la cancha, sigue el tumulto de piernas buscando los pocos segundos de gloria cuando se entra en contacto con la pelota. Las risas continúan, un murmullo de felicidad se sigue apoderando del ambiente. Llega el momento de un receso para beber agua, y las niñas abandonan la cancha.

“Aquí podemos demostrar que el fútbol no es solo para hombres, sino también podemos jugarlo las mujeres” comenta Angie Calle, futbolista de 14 años del equipo de la Asunción. “El equipo es como nuestra familia” dice, mientras observa ansiosa a sus compañeras de juego que regresan a la cancha; Calle también quiere volver rápido al partido.

 “Siempre va a haber gente que piense que el fútbol es solo para varones. Hombres de la selección masculina del colegio mismo nos señalaban, decían que no éramos capaces” dice Michelle Monroy, compañera de Calle, con cierta incredulidad en su voz. Sabe que el equipo tiene que pelear cada día contra esos prejuicios, pero siente que nada va a detener su espíritu futbolístico. “Poco a poco queremos demostrar que podemos, que las mujeres pueden jugar igual de bien este deporte. Poco a poco ganaremos la pelea”, dice con determinación.

Las chicas regresan a la cancha, aún queda media hora de entrenamiento bajo el sol que no da tregua. Demuestran cansancio, pero las ganas de jugar pueden más. La pelota blanca con naranja vuelve a rodar mientras la multitud de piernas vuelve a buscarla como un tesoro. Diego regresa a la banda, a observar a su equipo en silencio mientras dibuja el bosquejo de una alineación titular.

Siguen los murmullos alegres y las celebraciones generalizadas en cada gol. Desde esta cancha, la selección femenina de la Asunción espera empezar a construir el camino de un equipo campeón. Tarde, pero finalmente el fútbol es para todos, y estas chicas planean aprovecharlo.