Nueva investigación de palabras hace Encalada

Nueva investigación de palabras hace Encalada

Era difícil contener las risas. La forma de leer, de explicar, de relacionar las cosas arrancaba carcajadas. Solo la maestría de un lingüista pudo lograr un efecto así.

¿Los chivos se cabrean? Claro que se han de cabrear, sobre todo si las chivas les hacen alguna pasada, o se enchivan sin razón. Enchivarse es cabrearse, ponerse disgustado, soltando a lo mejor algunas palabritas de ira y otras palabrotas de rabia”.

Cabrearse” es naturalmente un derivado de cabra o de cabro. Los cabros son animales rijosos, pendencieros, muy dados a buscar cabras para pasarse de amiguis, pero la cultura ha tomado al cabro como un animal que ejemplifica eso de ponerse disgustado y de ahí ha salido cabrearse”.

Con esas explicaciones, Oswaldo Encalada, que desde siempre trabaja con la lengua a través del sentido etimológico, histórico y cultural de las palabras introducía a su libro “Las palabras y la Cultura (II)”, una obra de cien micro ensayos que, a decir de Francisco Salgado, el rector de la Universidad del Azuay, lleva al significado originario de las palabras y su relación con los grupos humanos.

Nuestra idea desde el principio fue tratar de escribir una historia social de las palabras y esto quiere decir que las vemos como si fueran personas. Las palabras tienen una historia de muchos siglos, una trayectoria de significados que han ido enriqueciéndose y evolucionando, cambiando tomando una dirección, todo eso con la contribución de millones de habitantes”, eso también argumentó Encalada, en una parte del discurso.

Estudiar las palabras

Este es un libro que enseña una buena parte de su trayectoria como docente, como investigador. Su trabajo ha sido y es tomar las palabras, recoger su sentido, estudiarlas como evolucionan, cambian en la vida social, y como la gente se acostumbra a ellas y las modifica.

La cátedra que impartiera en gramática histórica y su contacto con el latín, le dejó ver como las palabras, así como las personas, iban cambiando hasta ser lo que son ahora. En ese camino y durante el recorrido, esas palabras recibían malas influencias, se desviaban, se cargaban con otros sentidos lo que permitió que la cultura de ellas sea muy rica.

Desde la etimología hasta la palabra hoy pronunciada hay un largo camino. El autor enseña que las palabras españolas tienen 2.000 años o más; hay las que vienen del latín, de la India, como es el caso del ajedrez; del sánscrito, persa, hay un camino de miles de años hasta llegar al momento de ahora.

Las palabras también son cambiantes, así como lo es la cultura; en ese transcurso, en esos procesos de metamorfosis, se apegan más a unas que a otras, lo que hace que entre ellas haya cierta cercanía y que unas influyan más sobre las demás. Al final es la gente la que obra en las palabras para cambiarles los significados.

Las palabras elementos vivos

Esta investigación es el reflejo de un trabajo que tiene como base los libros, la gente. Las palabras no son elementos sueltos en el diccionario, son elementos vivos que reciben cargas significativas constantes de la gente; unas veces por desconocimiento y otras que voluntariamente pueden cambiarse, como la cultura misma que es una mezcla porque se alimentan de aspectos de otras partes.

En los cien microensayos, hay propuestas que incluyen tres palabras, entonces, la obra toma cerca de 400 para estudiarlas, incluidas incluso algunas que vienen de otras lenguas: cacique, por ejemplo, que viene del Caribe.

Oswaldo Encalada mantiene en este libro ese estilo de hablar con preguntas, una frase entera que luego se responde. Una obra para leerla de principio a fin, ilustrada con algunas imágenes.