Bodas de Oro de la Universidad del Azuay

Bodas de Oro de la Universidad del Azuay

Bodas de Oro de la Universidad del Azuay

 

Nos sorprende la sencillez y claridad con que Jesús enseñaba. La sencillez con la que habla de la obra de Dios. Muchos de sus oyentes eran campesinos, amas de casa, gente trabajadora; por eso sus parábolas hablaban del campo, de la semilla, de las tareas del hogar, de la pesca.

Nos habla de la semilla de mostaza y de la levadura (Lc. 13, 18-21). Ambas son pequeñas, humildes, insignificantes, pero actúan con eficacia. A partir de la pequeña semilla crece un arbusto, la masa de harina se fermenta con un poco de levadura. Así actúa Dios en nuestra vida: callado y silencioso, pero siempre eficaz.

En toda la Historia de la Salvación, especialmente en los Evangelios, se ve la predilección de Dios por lo pequeños, los pobres y sencillos que confían en Él y se ponen en sus manos. A estos revela Dios los secretos de su Reino. A él le gusta utilizar medios pobres y humildes para realizar sus grandes obras. Dios nunca actúa de forma avasalladora y prepotente.

En estas parábolas vemos reflejada la historia de la Universidad del Azuay. Sus orígenes fueron muy humildes y sencillos. El sueño de unos pocos clérigos y laicos se fue haciendo realidad gracias a su fe, perseverancia, inteligencia y espíritu de servicio. La UDA fue el granito de mostaza sembrado en el corazón del Azuay y que, con la gracia de Dios y el esfuerzo de muchos, ha crecido como un gran árbol, cobijando en estos 50 años a miles de jóvenes y adultos que se han formado bajo su sombra.

Dice el Papa Francisco que “las universidades, por su naturaleza, están llamadas a ser laboratorios de diálogo y de encuentro al servicio de la verdad, de la justicia y de la defensa de la dignidad humana en todos los niveles”. La Universidad, como comunidad de investigación y de estudio, también tiene que enfrentarse con los complejos retos éticos y culturales que surgen cambios radicales que afectan al mundo de nuestra época. Un aspecto urgente de su misión educativa es la formación para el compromiso solidario, la educación para servir al pueblo, tan necesaria para combatir las grandes desigualdades e injusticias, la corrupción y la violencia que caracterizan al mundo de hoy.

Tenemos que trabajar al servicio a la verdad, la justicia y defensa de la dignidad humana, así nos unimos  a la misión de la Iglesia, que busca promover el crecimiento auténtico e integral de la familia.

Damos gracias a Dios por los 50 años de la Universidad del Azuay. Reconocemos así que sin la mano providente de Dios, jamás se habría hecho realidad esta obra al servicio de la educación integral de los jóvenes. También agradecemos a todos los hombres y mujeres que pasaron por la UDA y pusieron –sin egoísmos- al servicio de los alumnos, su sabiduría, su experiencia profesional y su calidad humana y cristiana. Ellos, como instrumentos de Dios, son las piedras vivas que han edificado este templo del saber.