¿Cómo nuestras acciones contribuyen a la sociedad?

¿Cómo nuestras acciones contribuyen a la sociedad?

“El cambio social comienza cuando las personas se dan cuenta de que tienen el poder de influir en su entorno” (Bandura, 2001). En psicología social hay un principio que parece simple, pero que explica mucho de cómo nos influimos unos a otros. Lo vemos en lo cotidiano, desde un aplauso que se multiplica en un auditorio hasta la fila improvisada en una tienda, y también en situaciones críticas, cuando la reacción de una sola persona marca el comportamiento para muchos. Durante la sequía que vivió Cuenca a finales del año pasado, este fenómeno quedó en evidencia: bastó que un grupo de ciudadanos empezara a ahorrar agua y ajustar hábitos cotidianos para que ese comportamiento se replicara y la ciudad entera redujera su consumo en aproximadamente un 10%, lo que representó millones de litros de agua ahorrados.

Ese episodio demuestra cómo las decisiones individuales sostienen grandes soluciones colectivas, pero no es el único ejemplo. Hoy en día en Cuenca, esta dinámica se ve en casi todos los aspectos de la vida urbana. La adopción masiva de marcas de ropa locales gracias a recomendaciones de amigos y redes sociales, las filas y listas de espera en restaurantes recién abiertos después de un buen comentario en línea, o la popularidad de experiencias culturales y turísticas que se difunden por microinfluencers son ejemplos claros de cómo un gesto, una recomendación o un comportamiento visible puede generar un efecto multiplicador en la comunidad. Incluso en el mundo del reciclaje, las tiendas vintage y los espacios de consumo consciente, lo que empieza como una decisión personal se convierte en tendencia compartida y redefine hábitos colectivos.

Malcolm Gladwell, en “El punto clave”, señala que los cambios masivos ocurren cuando unas pocas personas adoptan un comportamiento y lo hacen lo bastante evidente para inspirar a otros. Lo que parecía un gesto privado se convierte en parte de una narrativa compartida: estamos actuando juntos por el bien común. Peter Senge, en “La quinta disciplina”, afirma que la cultura de un grupo está formada por los comportamientos que las personas deciden mantener. Cada acción que tomamos, desde la movilidad urbana hasta la elección de consumir productos locales o apoyar nuevos espacios gastronómicos, tiene un efecto colectivo que transforma la realidad que nos rodea.

Reconocer que estos gestos cotidianos no son simples, es clave. Cada decisión que tomamos genera un beneficio directo y, además, influye en quienes nos rodean, mostrando que lo que hacemos importa. En Cuenca, esta influencia se ve en cómo la ciudad se transforma año a año gracias a decisiones individuales que, al replicarse, cambian la manera en que vivimos, consumimos y nos relacionamos.

Con el Día Mundial sin Auto acercándose, la Universidad invita a toda la comunidad a explorar formas de transporte alternativas y sostenibles. El 22 de este mes no se habilitarán parqueos, con el objetivo de que estudiantes, docentes y personal administrativo experimenten otras maneras de llegar al campus y vean que el vehículo privado no es la única opción. 

Este pequeño paso tiene un impacto real: ayuda a reducir tráfico y contaminación, y a la vez forma parte de un proceso más amplio de cambio colectivo. Lo importante es comprender que cada gesto cuenta y que aceptar este tipo de iniciativas es dar un paso evolutivo hacia una ciudad más consciente y participativa.