50 años de la UDA

50 años de la UDA

50 años de la UDA

 

Si soy algo en esta vida la debo a dos escenarios, el hogar y a la educación. Esta vez hablaré de la última con un adjetivo que me abraza: universitario. He transitado por varias universidades, primero como estudiante y después como profesor. Hecho me hace acreedor a opinar sobre ella, primero con gratitud que es inherente al que se ha recibido una formación en ciencia y conciencia. Fui de la ultima promoción de la Especialidad de Lengua y Literatura que ofrecía la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación, en el rectorado del doctor Mario Jaramillo Paredes, cuando fue Decano el doctor Marco Tello Espinosa, a quien le cupo esta dignidad en el último periodo anexa a la Pontificia y, su segundo periodo, como primera de Universidad autónoma. De la última promoción fuimos apenas tres estudiantes: María Peralta, Patricia Sánchez y yo, al que se agregaron uno o dos años precedentes.

¡Fue una época de esplendor!

Unos maestros ya se fueron de este mundo: Edgar León, Miguel Miranda, Walter Auquilla, P. Antonio Alonso, quienes, sin ser de la Especialidad, colaboraban en sus ramas específicas de la psicología, pedagogía y teología. Algunos están aún vigentes como Carlitos Delgado y los más jubilados: Francisco Olmedo, Marco Tello, Felipe Aguilar, Sara Vanegas, Jorge Dávila, Carlos Rojas, Oswaldo Vásquez…

Cómo no recordar a la UDA que fue ganando prestigio cada año y convirtiéndose en protagonismo del desarrollo de la ciudad y la región, hasta cuando advino el totalitarismo que diezmó a todas las universidades del país. De este centro de estudios surgieron ministros, legisladores, gobernadores, prefectos y un sinnúmero de autoridades de diferente rango. Pero, sobre todo, expertos de alta calidad científica y humana que hoy presta relevantes servicios en instituciones públicas, privadas o en libre ejercicio profesional. Ahora lo que se espera de esta Universidad es la necesidad de una formación especializada para los nuevos lideres académicos, de modo que pueden afrontar adecuadamente los retos actuales de la educación superior. La reconstrucción de la comunidad universitaria debe lograrse en un plano interinstitucional, para que ella se fortalezca en su acción unida. Esta interinstitucionalidad es necesaria no solo en su dimensión local, sino en el contexto regional y nacional.

¡Loor a la Universidad del Azuay! Que su oficio siga siendo la formación íntegra del estudiante, como lo ha hecho hasta la fecha. Su filosofía debe ser del “Alma Mater” que modela y sella a los suyos.