Oswaldo Encalada Vásquez “la palabra permite que el ser emerja del caos”

Oswaldo Encalada Vásquez “la palabra permite que el ser emerja del caos”

Oswaldo Encalada Vásquez es escritor, investigador y catedrático, su nombre se guarda en un espacio de la historia en la ciudad y el país, a través de su prolija aventura con el signo.

Oswaldo Encalada Vásquez ha construido un discurso que interpela la palabra, el lenguaje, su función y posibilidades. Escritor, investigador y catedrático, su nombre se guarda en un espacio de la historia en la ciudad y el país, a través de su prolija aventura con el signo.
Tuve la fortuna de ser su alumno y de evidenciar cómo la proyección de un maestro se establece en la coherencia, el conocimiento y la certeza, que le permiten manifestarse y dejarse entender con su sola presencia… aquello que se traduce, indiscutiblemente, en respeto.

Días atrás y en la biblioteca personal del Dr. Encalada, regresé a esas entrañables y amables horas de aprendizaje, sobre temas tan apasionantes como la verdad última que se sostiene y que burlan las palabras, por decirlo de alguna manera… pero, ¿cómo empezar el diálogo con una figura a la que se admira, desde hace tanto? Pues fácil, no se hace nada. La palabra se teje, sola, fluyendo entre temas cercanos, orillas del mismo río:

En Naturaleza Lengua y Cultura, uno de sus libros de investigación y reflexión sobre la Palabra, nos dice, casi al inicio: “Conocer es nombrar…” eso me lleva a la noción del hombre como un signo en constante gestación…

Sí. Es terrible el sentido poderoso de la significación… he estado reflexionando un poco acerca de eso, a raíz de mi texto sobre Artrología, llegando a la conclusión de que lo que dice La Biblia, sin que esto implique una posición religiosa, es absolutamente cierto. Recordemos. Cuando ya han sido creados el mundo, el paraíso, las plantas, los animales y el hombre, Dios les llama a las criaturas para que Adán les ponga un nombre; es decir, antes de la imposición del nombre, ¿quiénes o cuáles eran las criaturas? En el momento en el que hay un signo que se acopla o se adhiere a esa realidad, en ese momento, existe esa realidad; dicho de otra manera: la palabra permite que el ser emerja del caos.
Por eso, quizá, San Juan dice: “en el principio era el Verbo”. Es que ¿qué hay antes? El caos. Como bien dice La Biblia: “en el principio todo era caos y el espíritu de Dios flotaba en el agua”. ¿Por qué La Biblia comienza nombrando las cosas? Yo me he preguntado: si Dios es todo-poderoso, cómo se concibe, podía haber creado sin usar palabras… pero no puede crear sin la palabra, porque si no las usa, las criaturas siguen nadando en el caos.

¿Podríamos seguir lo que dice Walter Ong, cuando afirma que nuestra concepción del cosmos cambiaría, si lo hiciera nuestro lenguaje?

Así es. La realidad, que obviamente existe, es una creación artificial, en cuanto cultura. Por ejemplo: ¿existen los colores? La gente podría decir: “sí claro, se puede ver el arcoiris, los colores de las flores, etc.”, pero ¿por qué unas culturas tienen 7 colores y otras menos? ¡Porque lo que existe es la visión de la cultura sobre los colores! Esa visión no es la realidad, es la parte de creación cultural sobre la realidad y en esa parte nos movemos. Nunca estamos en contacto con las cosas, sino con esa red que nos permite verlas. Entonces, ¿qué es la cultura? Una construcción hecha con palabras (el Verbo) sobre la realidad. Por eso es que hay tantas culturas, con los mismos ojos humanos, pero con diferentes nociones sobre los mismos hechos.

Los formalistas rusos consideraban al lenguaje y la estructura como una posibilidad de modelización (casi un siglo atrás). ¿Cómo comprender aquello?

La lengua sirve para dar forma al mundo (es lo que dicen los formalistas); entonces, claro, es imposible un conocimiento de la realidad sin la lengua. Por ejemplo, un niño (en sus primeras semanas) puede ver y escuchar todo lo que sucede, pero no puede diferenciar un sonido de la naturaleza de una palabra, porque aún no tiene la estructura mental que brinda la cultura: eso es la modelización del mundo.

Y es, entonces, una herramienta poderosa para homogenizar el pensamiento…

Claro que sí, lo cual tiene su lado positivo y negativo. Porque en el momento en que se nos quiere imponer una forma de ver el mundo (una lengua), estamos arruinados, porque desaparece la cultura. Es un deber nuestro mantener las diferentes formas de cultura, formas de ver el mundo. Cuando se pierde una lengua, quien pierde, es la humanidad, se empobrece (no solo los Zapara, o a los Shuar, o a los pueblos de África, no) porque desaparecen una mitología, una cosmovisión, una visión del mundo.

¿Cómo nacen su pasión y estudio del signo lingüístico y la investigación del fenómeno de la lengua?

Tal vez el convencimiento de que es la primera herramienta para conocer. Si alguien no puede usar la lengua para entender el álgebra, por ejemplo, no la va a entender… si alguien no puede usar la lengua para leer textos de Antropología o de Física o de Biología, no puede acceder a ese conocimiento. La lengua es el primer límite, el primer borde, la primera herramienta para acceder al mundo.

No puedo pasar de mi mente al mundo, directamente, tengo que pasar por la lengua.

Los 5 tomos de su Diccionario de Toponimias resultan de una investigación que le tomó 15 años. ¿Cómo se sostiene un aliento tan largo?

En realidad tomó un poco más, entre los 15 y 17. Ahí pude descubrir muchas raíces de lenguas lamentablemente desaparecidas, de culturas como la Panzaleo, la Puruhá, la de los Paltas, de los Caranquis… y lenguas de la zona costera como el Cayapa Colorado. Ese trabajo me ha permitido tener en la mente un mapa claro de cómo son y cómo pudieron ser la etnias, a través de las palabras que dejaron.

Junto a su trabajo en cuanto investigador, tiene una profusa producción en cuanto creador. Hace días platicaba con Jorge Dávila y me decía que su figura, en la literatura ecuatoriana, es la del precursor del cuento breve.

Sí, eso es verdad. Afortunadamente, en este momento, empieza a verse aquello a raíz de la publicación de la Biblioteca Básica de Autores Ecuatorianos, en donde se reconoce que el micro-cuento comienza en nuestras letras, con mi texto publicado en el 81. Textos de hasta 3 o 4 líneas, orientados básicamente a dos cosas: a describir un hecho fundamental y a crear una atmósfera que se acople a ese hecho fundamental. Ese ejercicio breve de relato, ha sido y sigue siendo mi trabajo de todos los días. No hay día en que no lo haga.

Me resulta interesante pensar en cómo un investigador de la palabra, se siente tentado a producir textos literarios, en los que prima la economía de la palabra.

Curiosamente las raíces de esos hechos están en mis tiempos de lejano lector… en el colegio. Y me sorprendo viéndome a mi mismo leyendo cosas tan dispares como Tagore y Einstein. ¿Cómo entender este hecho? Y claro: la necesidad de comprender el mundo por doble vía; la estética que es irracional y emotiva y la vía científica. Entonces, mientas Einstein me habla de la situación del observador en el tiempo y el espacio, de que no hay absolutos, Tagore lo hace de las hojas de té, de los sanyasis, los sacerdotes… eso se traduce en una creación muy concisa, corta, que se aproxima a la concisión de la ciencia, pero metida en la literatura.

En su obra hay un constante contacto con otras esferas de la realidad. Me refiero a dos de sus libros, fundamentalmente: Salamah y al Bestiario Razonado… Se construyen en otros ambientes, realidades, respetando y utilizando fórmulas de sus contextos.

Yo creo que nuestro contacto con el mundo, mediado por la palabra, me permite decir que todos los seres humanos tenemos un escenario. Y sería mejor que ese escenario fuera muy rico. Como decía Borges, ¿por qué no podemos ser herederos de toda la cultura universal? Para mi el escenario visible de Salamah, obviamente, son las Mil y una noches. Un poco antes de escribir mis textos, había acabado de leer los 10 tomos de esa obra. Me quedé tan fascinado con la riqueza expresiva creada por las palabras, riqueza simbólica, lingüística y mitológica, que fue natural el que naciera Salamah. Mi cabeza estaba llena de estas fórmulas e imágenes y rápida y fácilmente la fui escribiendo, con el escenario cercanísimo del vasto mundo oriental: derviches, mendigos, magos, alfombras, encantamientos, anillos, mares, sables, mezquitas, y todo eso… En el caso del Bestiario, el telón de fondo es el mundo medieval que (a parte de su oscuridad e ignorancia) era un mundo muy rico en lo verbal, en la creación lingüística mitológica. Junto a eso, mi gusto por la literatura alegórica, como los emblemas de Covarrubias (una alegoría en el fondo no es más que un mundo verbal, que se acopla a una imagen y que se explican mutuamente). Yo quise hacer ese tipo de textos en donde la fantasía estuviera justificada a través de la edad media y de la alegoría. La fantasía me permitió hacer ese tipo de construcciones.

¿Qué es la fantasía?

El ser humano no puede vivir en un mundo sin explicaciones válidas para sí mismo. Puede ser que esas explicaciones no concuerden con las de la ciencia, de hecho sucede, eso pasa con las culturas que ven el mundo y lo explican desde su punto de vista. En este caso, la fantasía permite explicarnos el mundo a través de una vía que no es la científica…

Con una trayectoria firme y un nombre grabado en la historia literaria nacional, ¿qué le resulta un reto, qué le produce satisfacción?

Poder trabajar un poco más, todas las mañanas: en creación, investigación, en adelantar un paso en lo que estoy haciendo. Ahora estoy trabajando un texto infantil que se va a llamar el Burbujigato; el reto es encontrar la palabra que busco, el refrán, un tono: ¡qué le puede decir la araña al gato!

La satisfacción llega a veces por algo muy pequeño, como trasplantar una planta y que crezca; o cuando he conseguido un pequeño texto sólido, contundente; o cuando encuentro las palabras que estoy buscando para que las diga un ratón…

¿Qué es la disciplina?

Es un camino. Hay mucha gente que ve mal la disciplina, sobre todo en el mundo del arte, en donde se cree en lo caótico… modestamente creo que todo trabajo debe ser disciplinado. No sé si es Locke, quien dice que el cojo dentro del camino, adelanta más que el sano fuera de él.

¿Qué libros le son indispensables?

Lamentablemente muchos, muchos. Pero si debo escoger, estaría en primer lugar Don Quijote de la Mancha; luego vendrían La Divina Comedia; Macbeth y Hamlet, de Shakespeare; en el plano ecuatoriano:, poesía de Carrera Andrade, Escudero, Jara Idrovo; en novela, Los hijos, de Cuesta y Cuesta; en filosofía, inevitablemente Schopenhauer, pero también Platón que es una especie de Dios para la filosofía, no solo por la parte netamente filosófica, sino por la extrema amenidad, cosa que no ocurre con otros filósofos, que siempre son muy secos, muy áridos. Platón tiene, quizá porque está contaminado con la mitología, esa capacidad riquísima de explicar. Montaine, el fabuloso Montaine de los ensayos: un filósofo greco-romano que le tocó vivir en el siglo XVI. Los sonetos de Petrarca; Boccaccio, El Principito, El Lazarillo, serían muchos libros… difícil.

¿Y de su propia producción?

Yo les tengo mucho más cariño a los textos infantiles… no es nuevo, pero ocurre como con los padres: el último hijo es el más protegido, inevitablemente.