Carlos Loja, la historia de un hombre que hoy es feliz

Carlos Loja, la historia de un hombre que hoy es feliz

Con solo verlo, es inevitable no pensar que es un artista, su forma de vestir, hablar, de comportarse lo delatan.

Carlos Eduardo Loja Llivisaca, un cuencano de 39 años quien ha dedicado su vida a la actuación y la música, nació un 23 de agosto de 1978 y creció bajo la tutela de sus padres, dos artesanos -madre costurera y padre joyero-, pero el gusto por el arte, particularmente por la música, viene de su abuelo, quien siempre realizaba pases del niño en su casa en donde nunca faltaba una “banda de pueblo”.

Carlos, al estar constantemente rodeado de este ambiente, inició su aprendizaje de guitarra, sin saber que ése sería el primer paso para convertirse en la persona que es hoy; sin embargo, en su adolescencia, su timidez lo acorraló a crear música únicamente para sí mismo en su habitación.

Pasó el tiempo y llegó el momento de elegir una carrera, entonces decidió entrar al camino de la Filosofía y aventurarse por aquellos rumbos. Como era de esperarse, al poco tiempo de iniciado sus estudios, decidió retirarse, pues no era lo que esperaba.

Es entonces que comenzó a interesarle el mundo de la fotografía, lo cual lo llevó a inclinarse por el mundo del cine. En el año 2000 tomó un taller con el ahora director de la escuela de Arte Teatral de la UDA Jaime Garrido, quien poco a poco lo fue enamorando con el arte del teatro.

El taller que Carlos había tomado -llamado TEUC (Teatro Experimental de la Universidad de Cuenca)- sin saber le cambiaría su vida.

Carlos antes de ser actor disfrutaba de ver teatro callejero que para él era un arte que arrancaba sonrisas a la gente y que a su vez reflejaba la realidad del país.

Para Carlos el teatro hace que venzas tus miedos, complejos, que rompas las barreras que no permiten que te desarrolles como ser humano, “el teatro te exige ver tus límites.”

Jaime Garrido, Coordinador de la Escuela de Arte Teatral, fue quien lo ayudó a vencer sus barreras y lo formó como actor y potencializó su talento.

Su primer trabajo como profesor fue montar una obra de teatro en el Colegio Ciudad de Cuenca en el cual dirigió a varios estudiantes, la misma fue un desafío ya que tuvo que crear empatía con todos los miembros de la obra y hacer que sigan sus órdenes.

“De ser una persona introvertida y a ser un guía que está a cargo de un grupo de personas, te cambia completamente”, comentó Carlos.

Luego de que se disolviera el TEUC formó un nuevo colectivo con sus amigos Jaime Garrido y Fabiola León llamado “Hijos del Sur”. Este grupo lo concibieron porque para ellos el arte debe ser autóctono y no debe se influenciado por un apellido, posición social o una palanca, “debemos surgir desde abajo y llegar hacia todos los lados”.

El grupo dejó temporalmente sus actividades debido a que Fabiola León, fundadora del grupo, falleciera el año anterior; para el grupo fue duro sobreponerse a esa pérdida, pero en honor a ella van a retomar los trabajos.

Carlos recuerda con mucho cariño cuando su madre lo ayudó a armar el traje de la obra “El Jukumari”, cuyo personaje central es un oso andino, el mismo que fue hecho con cuero de oveja. Su madre era quien conseguía el cuero e hizo todo el proceso para crear el traje, cuando su mamá lo vio en escena se sintió muy orgullosa de él.

Las obras más especiales en las que ha participado son: la Tunda, el Jukumari, la mama Huaca, el viaje de Nantu, el jardín de los sueños.  “El sueño de una noche de carnaval” es una obra a la que tiene mucho afecto Carlos, esta la realizó cuando formó parte de la compañía de teatro de la Universidad del Azuay, la misma llegó a 40 lugares en todo el país y presentaron una función especial en Portoviejo para los damnificados del Terremoto del 16 de abril.

En su larga trayectoria no podía faltarle reconocimientos por parte del Ministerio de Cultura y Patrimonio, ganó dos premios uno en el 2015 y otro en el 2016 por lo cual produjo la obra “Julieta Julieta” que la realizó en conjunto con el colectivo Mudra.

Sin duda, el ser un artista lo lleva a disfrutar de cada momento de su vida, por lo que su lema es vivir intensamente y al máximo cada día, él no piensa en el mañana o en un futuro, sino en el ahora.